domingo, 15 de junio de 2014

La chiquitita de papá

No sé si haya padres perfectos, creo que no. El mío no lo fue. Pero le debo tanto, tanto. La mayoría de las personas alguna vez han estado enojados o resentidos con su padre, con su madre o con alguna persona de su familia (a quienes no lo hayan estado, los felicito de corazón, en verdad ¡qué maravilla de vida tuvieron!), yo sí, yo sí estuve enojada y resentida con ambos, con mi padre y con mi madre, a veces alternativamente, a veces simultáneamente.

Gracias a los años, a la terapia y a un profundo trabajo espiritual, no sólo maduré como persona, sino que me desarrollé emocional y espiritualmente. Entendí que tanto mi padre como mi madre habían hecho lo mejor que habían podido con los recursos que tenían. Comprendí que cada uno de sus actos, aunque yo lo hubiera interpretado como un ataque en mi contra, fue sin duda, a su entender un gesto de amor, su manera de quererme y preocuparse por mí.

A mi padre le debo mi sentido de la responsabilidad: "En esta casa sólo muerto se deja de ir al trabajo o a la escuela", razón por la cual fui algunas ocasiones a la escuela con fiebre y amigdalitis, una vez la fiebre era tan alta que la directora no me dejó volver a casa en el autobús, hizo que mi padre me recogiera en persona y lo amenazó con expulsarme, si volvía a presentarme a clase enferma.

De mi padre aprendí a buscar soluciones a los problemas, en vez de quejarme de ellos. Mi amor a la lectura, nació justamente de la solución que le dio a mis miedos nocturnos: "Si no puedes dormir, ponte a leer, pero ya deja de venir a despertarnos, nosotros nos tenemos que levantar temprano". Por supuesto, acompañó su mandato con una buena cantidad de libros. Y he de confesar que tampoco dejé de refugiarme en la habitación de mis padres al primer intento.

Heredé de mi padre la fuerza de carácter y la perseverancia, por eso él tuvo que soportar y aprender a manejar mi rebeldía que empezó desde mi más tierna infancia, cuando abandonaba las clases de danza regional, para irme a la biblioteca infantil o al taller de artes plásticas y artesanías.

Y, aunque usted no lo crea, también a mi padre le debo mis primeros contactos con la cultura escandinava. Era yo muy pequeña, tendría unos tres años, cuando mi papá me empezó a cantar "Chiquitita", así que además de los discos de Cri-Cri, Las ardillitas, y el soundtrack  de Heidi, la caricatura, mi colección infantil incluía el disco de ABBA con sus versiones en español.

Mi padre era de los que veía cualquier evento deportivo. Por supuesto, no sólo veíamos deportes, también los practicábamos. A lo largo de mi vida, practiqué la natación, el baseball, el Taekwondo, la gimnasia rítmica y el frontenis.

El punto es que en mi casa se seguían los eventos deportivos. Mientras no se contrató televisión por cable, mi papá veía todos, pero todos los eventos deportivos que transmitía la televisión abierta. Por supuesto, ya con la televisión por cable fue aún peor, mi papá veía hasta el boliche y el billar. A decir verdad, yo no disfrutaba mucho de esa tradición paterna, hasta que me enamoré platónicamente de Björn Borg. Así es, señoras y señores, mi primer amor vikingo fue un sueco, por favor guárdenme el secreto, porque eso no creo que le vaya a gustar a Min Kjære (mi amor en noruego). 

Me hice experta en tenis y ese fue un lindo lazo de unión con mi padre. Por supuesto que no le contaba que sentía mariposas en el estómago cuando veía al tenista sueco, pero veíamos los partidos juntos y discutíamos las cuestiones técnicas y pronosticábamos quién ganaría el partido. Cuando Björn Borg se retiró, yo le entregué mi corazón infantil a Boris Becker.

A través de las pequeñas afinidades y de mucho amor, mi padre y yo establecimos un fuerte vínculo. Mi padre impulsó siempre mi amor por el saber. Y aunque en principio no aprobó mi decisión de dedicarme a la literatura, cuando entendió mis razones, me apoyó y proveyó de lo necesario para que lograra mis metas.

Muchas veces mi relación con mi padre se tornó ríspida, ambos tenemos un carácter fuerte. Él fue criado en la cultura patriarcal y yo me empapé cuanto pude de feminismo, soy feminista. Los choques, como se imaginarán, fueron inevitables y sin dudas los dos nos herimos involuntariamente. Una de mis mayores fortunas ha sido sin duda vaciar mi corazón de resentimientos. Sané en mi interior mi relación con mi padre, bajé la guardia y como respuesta encontré nuevamente al padre amoroso que me cantaba "Chiquitita".

Y por eso hoy que es día del padre, quiero darte las gracias por apoyarme y guiar mis pasos, por fomentar en mí la independencia. También quiero que sepas que extraño y que "otra vez quiero compartir (mi) alegría" contigo papacito.

15 de junio de 2014

Imagen:

Carle, Eric. (2012, 28 de febrero). Papá, por favor, consígueme la luna - Caricias en cuentos. Recuperado el 15 de junio de 2014, de  http://cariciasencuentos.blogspot.no/2012/02/papa-por-favor-consigueme-la-luna-eric.html









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